Algunas personas dicen que nacen con luz propia, que tienen un ángel, que son especiales, que nacen para brillar y para recordarle al mundo lo bueno que es estar vivo.
Algunas personas llegan a este planeta para ser diferentes, para cambiar las estructuras, para hacer vibrar a las personas que tienen al lado y les aseguro que es tan fuerte el sacudón que se siente cuando estas personas nacen, que es imposible no reconocerlas de inmediato.
Todos ellos vienen para darnos una lección de vida, las personas con cardiopatías nacen como lo dicen algunos, con un corazón diferente, pero déjenme decirles que para mí, es un corazón especial; Especial porque desde el momento que empieza a latir intenta aferrarse a la vida de una manera inigualable, a veces no lo consigue y es ahí cuando esa persona se transforma en un ángel, estos corazón aman desmedidamente, desproporcionadamente, aman siempre, aún en los peores días, aún en los momentos en que les toca sufrir. Disfrutan de las cosas simples de la vida, de la luz de cada mañana, del ruido de la naturaleza, disfrutan del frío y del calor, porque eso les recuerdan que están vivos, que existen.
Agradecen todo, agradecen poder compartir momentos con los seres queridos, agradecen poder cantar, reír, bailar, llorar, agradecen cada instante, porque saben que el tiempo vuela, que la vida es efímera, que hoy estamos y mañana quien sabe.
Estos pequeños grandes corazones, tienen una dura batalla por delante y no es precisamente la batalla médica, sino la de enseñarle al mundo que pase lo que pase, aunque la vida los ponga a prueba y tengan que pasar por cosas dolorosas, el mundo es hermoso y solo el hecho de poder compartirlo con la gente que aman es suficiente para ser feliz, ellos no necesitan nada más que amor.
Hoy celebro las cardiopatías congénitas porque sin ellas no estaría inspirada para escribir esto, y porque puedo asegurar que cada niño nace con un corazón único. Yo tengo una guerrera, una hija con una cardiopatía y por eso sé lo que se lucha, lo que sufre, pero también, que es un regalo su vida cada día.
Escrito por “María Camila Saldarriaga, mamá de Cataleya”